El papel del diálogo interreligioso en la construcción de identidades sólidas

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islamcat.Prat de Llobregat- Dra. Hanan El Mejdoubi

  1. Introducción: Quiero comenzar expresando mi más sincero agradecimiento a los organizadores de este congreso por hacer posible este espacio de encuentro y diálogo. Es un honor dirigirme a un público tan joven, lleno de ideas y potencial. Jóvenes musulmanes que, desde diversas partes de España, aportan una riqueza cultural única a este encuentro. Muchos de ustedes tienen raíces marroquíes, y todos ustedes están viviendo en un contexto en el que se entrelazan diversas identidades. Esta diversidad de orígenes es un tesoro que puede enriquecer enormemente el diálogo interreligioso y cultural. Antes de adentrarnos en el tema de hoy, me gustaría plantearles una pregunta que probablemente muchos de ustedes ya se han hecho en algún momento: ¿Cómo se sienten frente a la diversidad que les rodea? ¿Alguna vez han percibido las diferencias culturales o religiosas como un desafío en su vida cotidiana? Reflexionar sobre esto es fundamental porque ustedes, como jóvenes, tienen la capacidad de moldear el futuro, un futuro donde la diversidad es la norma y no la excepción. En este contexto, uno de los retos más grandes que enfrentamos es cómo construir una identidad sólida sin perder nuestra esencia, pero siendo flexibles y abiertos en un mundo que avanza a un ritmo vertiginoso.

a. Problemática: Vivimos en una era marcada por una creciente diversidad en las sociedades, impulsada no solo por las migraciones, sino también por los intercambios culturales que la tecnología ha hecho más accesibles que nunca. En este contexto, España, y particularmente Cataluña, se destaca como un ejemplo vibrante de sociedad multicultural. Un escenario lleno de oportunidades, subraya la necesidad urgente de fomentar el entendimiento mutuo entre las distintas comunidades religiosas y culturales como pilar fundamental para una convivencia pacífica.

No obstante, la diversidad trae consigo desafíos importantes. Los prejuicios, los estereotipos y las narrativas divisorias dificultan el diálogo entre religiones, generando tensiones y desconfianza. En medio de estas dinámicas, los jóvenes atraviesan una etapa crucial de construcción de identidad, enfrentándose a preguntas profundas: ¿Quién soy yo en un mundo donde mis raíces no siempre parecen encajar? Estas interrogantes, aunque complejas, son clave para comprender el impacto de la diversidad en nuestra vida cotidiana.

b. Objetivo: Mi propósito hoy es reflexionar con ustedes sobre cómo el diálogo interreligioso puede ser un motor esencial para construir identidades sólidas entre la juventud musulmana en España, especialmente entre los jóvenes musulmanes catalanes. Mi invitación es clara: vean el diálogo no como una amenaza para sus raíces, sino como una oportunidad única para fortalecerlas.

Dicho proceso puede ayudarlos a descubrir quiénes son realmente, a abrazar su identidad y a aportar valor a una sociedad cada vez más globalizada. Porque el diálogo no solo une, también transforma: tiene el poder de convertir las diferencias en riqueza y las dudas en fuerza.

  1. El diálogo interreligioso: Fundamentos y ejemplos

a. Definición: Hans Küng, teólogo suizo, explica en su obra Diálogo entre las religiones (1991) que el verdadero diálogo interreligioso se basa en reconocer las diferencias, pero también en buscar puntos de conexión que permitan construir puentes. Es un proceso dinámico y activo que requiere apertura, honestidad y un deseo genuino de aprender del otro. No se trata solo de tolerar la diversidad, sino de valorarla como una riqueza que nos complementa.

b. El diálogo interreligioso en el islam: En la tradición islámica, el diálogo interreligioso posee fundamentos sólidos y profundos, considerándose una herramienta esencial para la interacción civilizatoria con personas de otras creencias. El Corán menciona explícitamente la importancia de respetar la diversidad religiosa y cultural, alentando el entendimiento mutuo como medio para alcanzar la paz y la armonía. En la azora 49, aleya 13, se nos recuerda: «¡Oh, humanidad! Os hemos creado de un varón y una hembra, y os hemos hecho pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros. En verdad, el más noble de vosotros ante Dios es el más piadoso». El versículo destaca el conocimiento mutuo y el respeto como pilares fundamentales de cualquier interacción.

El diálogo interreligioso en el islam trasciende un mero acto de cortesía, representando un compromiso ético y espiritual. Se sustenta en valores esenciales como el respeto mutuo, que implica reconocer la dignidad y los derechos de todas las personas, independientemente de sus creencias, y la convivencia pacífica, orientada a promover la armonía y evitar conflictos mediante la comprensión y la comunicación. Asimismo, fomenta el entendimiento mutuo, dirigido a aprender de las creencias, prácticas y valores del otro sin prejuicios ni imposiciones.

Además, el islam establece principios fundamentales para que el diálogo sea fructífero. Entre ellos se destaca la aceptación de la diversidad religiosa, entendida como una parte natural del diseño divino, y la claridad conceptual, que busca evitar malentendidos mediante un lenguaje preciso y respetuoso. También se promueve la búsqueda de la verdad de manera objetiva, basada en pruebas y razonamientos, y no en prejuicios, subrayando la importancia de mantener altos estándares éticos, actuando con honestidad, sinceridad y cortesía en todo momento.

Estos principios convierten al diálogo interreligioso en una práctica que no solo fomenta la coexistencia, sino que también enriquece las perspectivas y fortalece las identidades en un mundo globalizado.

El islam, desde sus inicios, ha promovido el diálogo interreligioso como medio para la convivencia pacífica y el entendimiento mutuo. Tanto el Corán como la vida del Profeta Muhammad (la paz sea con él) proporcionan ejemplos significativos de interacciones respetuosas con personas de diversas creencias.

Un episodio emblemático es el encuentro entre el Profeta Muhammad y un grupo de cristianos de Najrán, quienes visitaron Medina para dialogar sobre la figura de Jesús representa no solo un intercambio teológico profundo, sino también un acto de hospitalidad. Durante su estancia, los cristianos fueron invitados a rezar en la mezquita del Profeta, un gesto de tolerancia que enfatiza la importancia de respetar las prácticas religiosas del otro. Aunque no se alcanzó un acuerdo teológico, el encuentro se desarrolló en un clima de respeto mutuo, estableciendo un precedente de cómo abordar las diferencias con apertura y dignidad.

Otro ejemplo significativo es la protección otorgada a los monjes del Monasterio de Santa Catalina, en el Sinaí. A través de la Carta de Protección, el Profeta garantizó a los monjes seguridad, libertad de culto y respeto por sus propiedades. Dicho documento refleja un compromiso con la convivencia pacífica y sigue siendo una referencia histórica para la interacción interreligiosa basada en principios éticos y humanos.

Asimismo, la Constitución de Medina, considerada uno de los primeros documentos constitucionales en la historia, destaca por su enfoque inclusivo. El pacto establecido entre el Profeta y las tribus judías de Medina, reconocía sus derechos religiosos, su autonomía y la obligación mutua de defender la ciudad. A través de este acuerdo se establecieron las bases para una convivencia coexistencia pacífica dentro de una comunidad diversa, sentando un precedente para las relaciones interreligiosas en el contexto islámico.

Los ejemplos mencionados reflejan cómo el Profeta Muhammad valoraba la interacción respetuosa con personas de diferentes religiones, promoviendo la construcción de una sociedad inclusiva y resiliente. Además, ofrecen enseñanzas atemporales sobre cómo abordar las diferencias con respeto, apertura y un enfoque en la justicia y la paz.

En el mundo contemporáneo, caracterizado por la diversidad y los desafíos globales, estos precedentes son más relevantes que nunca. Estudios actuales analizan estas bases islámicas y plantean estrategias para adaptarlas a contextos modernos. Por ejemplo, la Dra. Asma` Khalifa Hamed Al Shboul ha participado activamente en cuestiones relacionadas con el diálogo interreligioso y ha colaborado en conferencias internacionales sobre el tema, destacando cómo los principios islámicos pueden contribuir a la paz mundial, la cooperación internacional y la cohesión social en sociedades multiculturales.

Con este marco histórico y teórico, es posible analizar cómo el diálogo interreligioso no solo ha promovido la convivencia, sino que también ha fortalecido las identidades individuales y colectivas en diferentes contextos históricos y contemporáneos. A continuación, exploraremos casos concretos que ilustran estas dinámicas y su impacto positivo en la construcción de sociedades más inclusivas.

3- Ejemplos prácticos del diálogo interreligioso

Para ilustrar la importancia del diálogo interreligioso en la construcción de sociedades inclusivas y avanzadas, es esencial analizar tanto ejemplos históricos como contemporáneos que evidencian su impacto.

Uno de los casos históricos más emblemáticos es Al-Ándalus, un período en la península ibérica que abarcó siglos de convivencia entre musulmanes, cristianos y judíos. Este modelo de coexistencia no fue solo una expresión de tolerancia, sino también un motor del desarrollo cultural, científico y filosófico. La interacción entre estas comunidades permitió un intercambio de ideas que enriqueció a todas las partes y sentó las bases para muchos de los avances que definirían el mundo moderno.

En este contexto, destaca la figura de Averroes (Ibn Rushd), filósofo, médico y jurista musulmán, cuya obra marcó un hito en el pensamiento universal. Averroes es conocido por sus comentarios sobre Aristóteles, los cuales no solo transformaron la filosofía islámica, sino que también influyeron profundamente en la escolástica cristiana de la Europa medieval. Su defensa de la armonía entre la fe y la razón fue revolucionaria, estableciendo un puente intelectual entre tradiciones religiosas y culturales aparentemente dispares. Este enfoque no solo fomentó el entendimiento mutuo, sino que también amplió los horizontes del pensamiento humano.

Otro ejemplo notable es la Escuela de Traductores de Toledo, que floreció en el siglo XII bajo el patrocinio del arzobispo Raimundo de Toledo. Este proyecto reunió a eruditos musulmanes, judíos y cristianos para traducir textos filosóficos, científicos y literarios del árabe al latín y al castellano. Este esfuerzo colectivo permitió que el conocimiento acumulado por las culturas islámica, griega y romana llegara a Europa, desencadenando el Renacimiento y marcando un hito en la historia del diálogo intercultural. La Escuela de Toledo no solo ejemplifica el valor del trabajo conjunto, sino que también subraya cómo el intercambio intelectual puede superar barreras religiosas y culturales.

En la actualidad, este espíritu de diálogo sigue vivo en diversas iniciativas globales y locales. Un ejemplo destacado es el Documento sobre la Fraternidad Humana, firmado en 2019 por el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmed Al-Tayyeb. De acuerdo con este documento se hace un llamado a la paz, la tolerancia y la convivencia entre las religiones, y se enfatiza la necesidad de combatir la intolerancia, los prejuicios y el extremismo. Estamos ante un compromiso histórico para construir puentes y fortalecer las relaciones interreligiosas.

En España, el legado de Al-Ándalus continúa inspirando proyectos como los promovidos por la Fundación Pluralismo y Convivencia y la Red Interreligiosa de Jóvenes de Barcelona. Unas organizaciones que trabajan para crear espacios de encuentro y aprendizaje que fomenten el respeto y el entendimiento mutuo. Por otro lado, el Centro Internacional de Toledo para la Paz (CITpax) organiza talleres, conferencias y proyectos educativos enfocados en la resolución de conflictos y la convivencia interreligiosa, evocando la herencia de Toledo como símbolo de cooperación multicultural.

Como afirma Karen Armstrong en The Case for God (2009), el diálogo interreligioso no solo refuerza la cohesión social, sino que también brinda a las personas la oportunidad de redescubrir los elementos esenciales de su fe a través del encuentro con «el otro». Los ejemplos históricos y contemporáneos citados demuestran que el diálogo interreligioso, lejos de ser una simple aspiración, es una herramienta práctica y poderosa para construir sociedades más justas, inclusivas y solidarias.

4. Identidad y religiosidad en la juventud musulmana: desafíos y oportunidades

La juventud musulmana en Europa enfrenta retos complejos para preservar su identidad en un entorno que a menudo oscila entre la aceptación de la diversidad y el rechazo a lo diferente. En este contexto, lidian con fenómenos como la islamofobia, las tensiones asociadas a la inmigración y la presión de equilibrar integración y asimilación sin perder sus valores religiosos y culturales.

En España, informes recientes como el de Casa Árabe (2021) destacan que la percepción negativa del Islam, asociada frecuentemente al extremismo, obstaculiza la integración de los jóvenes musulmanes, alimentando estereotipos que los relegan a los márgenes de la sociedad. Paralelamente, dentro de sus propias comunidades, enfrentan tensiones sobre cómo adaptarse a la modernidad sin comprometer su fe, como en el caso del uso del velo islámico, que sigue siendo objeto de debate tanto interno como externo. Estas dinámicas crean un espacio de tensión que, como subraya Tariq Ramadan en Being a European Muslim, puede derivar en una sensación de desarraigo y fragmentación de la identidad.

Sin embargo, este panorama también ofrece oportunidades para que los jóvenes actúen como puentes entre culturas. A través del diálogo interreligioso y la participación en iniciativas comunitarias, pueden construir identidades sólidas y resilientes. Proyectos como el Foro de Abu Dabi para la Paz o la Iniciativa de Diálogo de Doha han demostrado que el diálogo interreligioso puede ser una herramienta poderosa para transformar tensiones en entendimiento mutuo. Dichas plataformas fomentan la cooperación y el respeto, ofreciendo modelos que los jóvenes musulmanes pueden adaptar a sus propios contextos locales.

En el caso de España y, en particular, Cataluña, las iniciativas comunitarias como las impulsadas por la Red Interreligiosa de Jóvenes de Barcelona o la Fundación Pluralismo y Convivencia –ya mencionadas- demuestran que los jóvenes tienen un papel clave en la promoción de la convivencia.

A nivel personal, los jóvenes musulmanes pueden aplicar principios de su fe para enfrentar los desafíos de la vida moderna. Por ejemplo, el concepto islámico de shura (consulta mutua) puede inspirarles a involucrarse en proyectos comunitarios donde sus voces sean escuchadas y valoradas. Asimismo, la importancia del adab (ética y buen comportamiento) puede guiar sus interacciones, promoviendo un enfoque basado en la empatía y la justicia en sus relaciones con otros.

No obstante, es crucial reconocer que no todos los foros de diálogo interreligioso son percibidos de manera positiva. Mientras que muchos los ven como una herramienta para combatir la islamofobia y promover la cohesión social, otros temen que puedan diluir la identidad religiosa o ser utilizados con fines políticos. Por ello, es fundamental que estas iniciativas se desarrollen en un marco de respeto mutuo y sin comprometer los principios fundamentales de ninguna de las partes involucradas.

En última instancia, los jóvenes musulmanes tienen la capacidad de convertirse en agentes de cambio en sus comunidades. Al combinar sus raíces culturales y religiosas con los valores de las sociedades en las que viven, pueden construir identidades dinámicas que refuercen tanto su desarrollo personal como el tejido social. Este enfoque no solo contribuye a superar las tensiones de la multiculturalidad, sino que también ofrece a Europa un modelo de integración basado en el respeto, la cooperación y la diversidad como una fortaleza compartida.

El desafío, entonces, no es renunciar a las identidades individuales, sino encontrar formas de integrarlas en un proyecto colectivo que celebre las diferencias y construya un futuro más inclusivo. Los valores de empatía, cooperación y justicia, profundamente enraizados tanto en la espiritualidad islámica como en los principios universales, son herramientas poderosas para avanzar hacia este objetivo.

5. Experiencias personales como inspiración

En mi experiencia personal, el diálogo interreligioso no se limita a grandes eventos o encuentros internacionales; ocurre también en las interacciones diarias, muchas veces de manera espontánea y sorprendente. Mi vida académica y profesional en países como España y México me brindó innumerables oportunidades para vivir este diálogo de manera directa.

Durante mi estancia en España, viví una interacción que marcó mi reflexión sobre la percepción de los demás. Un día, mientras caminaba por el barrio donde residía, un grupo de personas mayores se acercó, intrigado por mi pañuelo, y me preguntaron de dónde era. Con humor, les respondí: «De Musulmania». Ellos, intrigados, me dijeron: ‘¿Y dónde queda eso?’ En ese momento, me di cuenta de que no era una broma para ellos; realmente desconocían lo que significaba ser musulmana o de dónde podía venir alguien como yo.

Esta breve interacción me hizo reflexionar sobre cómo, en muchas ocasiones, las percepciones y estereotipos se forman debido a la falta de conocimiento y diálogo. Este desconocimiento no necesariamente viene de la mala intención, sino de la ausencia de oportunidades para interactuar con personas de otras religiones o culturas. Aquí es donde el diálogo interreligioso juega un papel crucial: no solo para aclarar dudas, sino también para romper barreras y construir puentes. Además, este tipo de situaciones me ayudó a reafirmar mi identidad. Me di cuenta de que, aunque llevar el pañuelo me hacía visible como musulmana, era mi responsabilidad representar mi cultura y mi religión de una manera que invitara al diálogo y al entendimiento. No se trataba solo de responder preguntas, sino de mostrar apertura y empatía para que otras personas pudieran conocer mi realidad y viceversa.

Historias como esta nos recuerdan que el diálogo interreligioso no es solo un intercambio de ideas; es una herramienta para educar, para abrir mentes, y, sobre todo, para construir identidades sólidas en un mundo lleno de diversidad.

Otra vivencia inolvidable en España fue con una familia local que regentaba una papelería cerca de mi casa. Nuestra relación pasó de ser meramente cordial a una amistad profunda. Mostraron un interés genuino en mis creencias y costumbres, adaptándose de una manera que nunca imaginé.

Lo que más me impresionaba de esta familia era su sensibilidad y respeto. No solo tenían la amabilidad de preparar comidas adaptadas a mis creencias, sino que además, cada vez que llegaba la hora del rezo, me ofrecían una toalla limpia y me daban acceso a la habitación de su hijo para poder rezar tranquila. No era una simple cortesía; era un acto consciente de acogida y respeto hacia mi identidad religiosa.

Cabe señalar que el diálogo no solo ocurre a nivel verbal, sino que también se refleja en las acciones cotidianas, como en el caso de esta familia. El verdadero respeto hacia el otro no es solo aceptar sus diferencias, sino adaptarse a ellas de manera genuina, tal como ellos hicieron conmigo. Me sentí valorada no solo como una invitada, sino como una persona con creencias y costumbres propias que merecen ser entendidas y respetadas.

Este tipo de gestos, pequeños pero profundamente significativos, demuestran que el respeto y la empatía son fundamentales en el diálogo intercultural. Y, como musulmana, esta experiencia me ayudó a sentirme más conectada con mi fe, al mismo tiempo que me permitía fortalecer lazos con personas de diferentes culturas. Al final, esta es la verdadera esencia del diálogo interreligioso: aprender unos de otros, respetar las creencias y las costumbres del otro, y construir juntos una convivencia más armoniosa.

Otra experiencia que marcó mi visión sobre el diálogo interreligioso ocurrió en mi casa. Un día, al sonar la puerta me encontré con una niña. Lo primero que exclamó al verme con mi vestimenta blanca y larga, fue: ‘¡Ah, la Virgen María!’. Su reacción, llena de inocencia y sorpresa me llevó a reflexionar sobre cuán profunda es la influencia de las imágenes religiosas en las culturas y las percepciones de las personas, incluso cuando no comparten la misma fe. Para ella, mi vestimenta no solo tenía un significado religioso musulmán, sino que fue interpretada desde su propia perspectiva cultural y religiosa. Este incidente me hizo pensar sobre cómo las personas a menudo perciben a los demás a través del filtro de sus propias creencias y experiencias, lo que puede llevar a malentendidos pero también ofrece la oportunidad de compartir nuestras propias tradiciones y educar al otro.

Este tipo de encuentros nos invita a cuestionar cómo nos definimos y cómo somos percibidos por los demás. La niña vio algo que para ella evocaba la figura de la Virgen María, mientras que para mí era solo una vestimenta para la oración. Estas diferencias en la interpretación no son necesariamente un obstáculo, sino un punto de partida para un diálogo intercultural. Son momentos como estos los que nos permiten acercarnos a otras personas, compartiendo nuestras costumbres y, al mismo tiempo, entendiendo las suyas.

Esta anécdota refleja cómo nuestras identidades se construyen no solo a través de lo que hacemos y creemos, sino también de cómo los demás nos perciben y nos interpretan. En este caso, la percepción de la niña sobre mi vestimenta nos dio una oportunidad para reflexionar sobre las diferencias y los puntos de encuentro entre nuestras religiones, fortaleciendo la idea de que el diálogo interreligioso es fundamental para construir una convivencia respetuosa y enriquecedora.

En México, las experiencias no fueron menos significativas y, de hecho, algunas de ellas dejaron una huella profunda en mi percepción del diálogo interreligioso. Al poco de llegar al país azteca, me crucé con una señora que, sorprendida por mi atuendo —un vestido gris y un pañuelo blanco—, pensó que era franciscana. Cuando le aclaré que era musulmana, su curiosidad creció y comenzamos a conversar. Tras explicarle algunos aspectos generales de mi fe, me dijo algo que me impactó: «Aquí en México necesitamos una religión como la de ustedes». Este encuentro me hizo reflexionar sobre cómo las percepciones y las interpretaciones de las religiones pueden variar enormemente dependiendo del contexto cultural. La señora no solo mostró una profunda curiosidad por aprender sobre mi fe, sino que también expresó su deseo de encontrar algo en su vida que le ofreciera el mismo sentido de comunidad y espiritualidad que ella percibía en mi religión. Esta interacción me recordó que el diálogo interreligioso puede ser también una oportunidad para reflexionar sobre nuestras propias creencias y cómo éstas pueden resonar en otros contextos.

Otra experiencia significativa en México ocurrió mientras estudiaba en el Colegio de México. Conocí a una chica española con la que entablé una amistad cercana. Un día, fuimos a comer fuera; al darse cuenta de que el camarero desconocía mis restricciones alimentarias, le advirtió: «Cuidado, ella es musulmana, no le pongas…» y mencionó los alimentos que no podía consumir. Y cuando el camarero me trajo un plato con jamón, mi amiga reaccionó de inmediato. Se puso furiosa y le dijo con firmeza: ‘¿Pero usted no sabe que no debe poner esto? Ella es musulmana’. Su enojo fue tal que decidió dejar el restaurante inmediatamente e incluso se negó a darle propina al camarero. Aunque me sorprendió su reacción, fue un gesto que me mostró su profundo respeto y solidaridad hacia mis creencias. Esta experiencia me enseñó lo valioso que es contar con personas que, en un entorno multicultural, entienden y defienden las diferencias religiosas de los demás, incluso en los detalles más cotidianos.

Estas vivencias, tanto en México como en España, me enseñaron que el diálogo interreligioso no solo implica conocer al «otro», sino también reafirmar nuestra identidad. El respeto mutuo no exige que eliminemos nuestras diferencias, sino que aprendamos a convivir con ellas de manera armoniosa. Como dijo Edward Said en Orientalismo (1978): «Conocer al otro no solo desarma los prejuicios, sino que también nos humaniza».

Cada una de estas experiencias reafirmó que la diversidad no es un obstáculo, sino una oportunidad para crecer y enriquecernos mutuamente. Aprendí que una identidad sólida se construye desde la apertura, el respeto y el reconocimiento de la riqueza que aporta la diferencia. En definitiva, estas vivencias han sido fundamentales en mi crecimiento personal y profesional, y me han inspirado a seguir promoviendo el diálogo interreligioso como una herramienta clave para la convivencia en un mundo diverso

 Conclusión:

El diálogo interreligioso no solo es un mecanismo para entender al «otro», sino un pilar fundamental para construir identidades sólidas. Desde el principio, este tema nos lleva a reflexionar sobre cómo, en sociedades diversas, el respeto mutuo y la cohesión no son solo ideales, sino necesidades urgentes. A lo largo de esta ponencia, hemos visto cómo este tipo de diálogo ofrece herramientas para superar barreras, enfrentar desafíos y aprovechar oportunidades, especialmente para los jóvenes musulmanes en España, quienes pueden encontrar en él un medio para fortalecer su sentido de pertenencia y enfrentar prejuicios.

Mi propia experiencia me ha mostrado que convivir con personas de diferentes religiones y culturas es una de las mayores fuentes de aprendizaje y crecimiento. Estos encuentros no solo han reforzado mi identidad como musulmana, sino que también han enriquecido mi visión del mundo y mi fe. Como joven estudiante en España y México, aprendí que abrirse al diálogo no debilita nuestra identidad, sino que la fortalece.

Es por esto que hoy quiero invitarles a reflexionar sobre el papel que cada uno de ustedes puede jugar en este proceso. Jóvenes como ustedes tienen en sus manos el poder de liderar el cambio hacia una convivencia más justa y respetuosa. A través del diálogo interreligioso, pueden superar barreras y prejuicios, construir puentes y fortalecer sus propias identidades. No teman expresarse ni participar en espacios donde sus voces puedan marcar la diferencia.

Como dijo Karen Armstrong: “El verdadero diálogo es el arte de escuchar profundamente, no para responder, sino para comprender.” En este camino, tienen la oportunidad de convertirse no solo en defensores de sus propias creencias, sino también en constructores de un futuro donde la diversidad sea una riqueza y no un obstáculo.

Les animo a buscar oportunidades para involucrarse en proyectos de diálogo interreligioso, ya sea a través de asociaciones, redes juveniles o eventos como este. Cada conversación que tengan, cada puente que construyan, es un paso hacia una sociedad más inclusiva y cohesionada.

En este contexto, el papel de las generaciones más jóvenes es fundamental. Los jóvenes y las mujeres emergen como actores sociales clave en la promoción del diálogo interreligioso, no solo por su capacidad para generar nuevos enfoques, sino también por su influencia dentro de sus comunidades y en la esfera pública. La intersección de género y religión en el diálogo interreligioso ha cobrado relevancia, destacando la importancia de garantizar la igualdad de género en estos procesos para alcanzar un entendimiento más profundo y efectivo.

Así, el verdadero valor del diálogo interreligioso radica no solo en el intercambio de ideas, sino en nuestra capacidad para aceptar las diferencias y aprender de ellas, construyendo un futuro donde cada identidad sea respetada y celebrada.

Referencias bibliográficas:

Armstrong, K. (2009). The case for God. Nueva York: Knopf.
Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. (1991). El diálogo interreligioso. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
Freixa, M., Rubio, P., & Sánchez-Vila, E. (2005). Educar para la convivencia. Barcelona: Graó.
González, P., & Melo, D. (Eds.). (2012). Diálogo y diversidad: Quinto encuentro del Diálogo de Civilizaciones. Coquimbo, Chile: Centro Mohamed VI para el Diálogo de Civilizaciones.
Habermas, J. (1987). Teoría de la acción comunicativa. Racionalidad de la acción y racionalización social. Madrid: Taurus.
Küng, H. (1991). El diálogo entre las religiones y la paz mundial. Madrid: Trotta.
Modood, T. (2007). Multiculturalism: A civic idea. Edimburgo: Edinburgh University Press.
Said, E.W. (1978). Orientalismo, Madrid: Taurus.
Tamayo, J. J. (2019). Islam, cultura, religión y política. Madrid: Trotta.

 

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